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La semilla cayó en tierra buena y dio ciento por uno

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Este sábado 9 de febrero parecía un día triste. La lluvia amenazaba a ratos, y arreaba fuerte en otros. La temperatura no era como para andar en mangas de camisa. Pero, aunque no se hizo realidad eso que decimos otras veces “menos mal que nos acompañó el tiempo”, ni falta que hacía.

La parroquia de san Juan Bosco de Errentería se llenó… de buena gente; se llenó de buena música, de buena liturgia, de buenas caras, de muchos recuerdos.

Y la culpa de todo esto la tenían, por orden de lista: Aurelia, Charo Martínez, Inés, Juani, Mariángeles, Txaro Llanos, Silvia, Tere Caballero y Tere Gascón.

Junto con ellas celebramos la maravilla de un Dios Padre que llama cuando quiere. Y hace veinte años llamó a un grupo valiente e inquieto de mujeres de la parroquia de san Juan Bosco a tirarse a la piscina.

Celebramos a un Dios que llama como quiere. Se sirvió de unos salesianos concretos y de unas Damas Salesianas de Venezuela que se vinieron hasta España para pescar en el nombre del Señor.

Celebramos a un Dios que ha concedido la gracia de veinte años de fidelidad.

Celebramos a un Dios que ha encontrado a un grupo de mujeres decididas que se han dejado moldear a su gracia. Que han aceptado ir buscando caminos nuevos a las indicaciones que el Señor les iba poniendo por delante.

Junto a todo esto, y muchas cosas más, celebramos la riqueza vocacional de esta pequeña parroquia (en estructuras), pero grande en generosidad. Aunque ellas solamente eran nueve, allí estaban presentes “algunas” de las muchas personas “llamadas por Dios” que dan con cariño muchas horas de su vida y muchas ilusiones por el bien de todos. Y todas ellas han visto nacer, crecer y madurar a nueve personas de su barrio, como Damas Salesianas, sin desvincularse de la parroquia. Al contrario el ser parte de la parroquia y de la Familia Salesiana, les ha hecho trabajar con más consciencia y decisión.

Además de muchas personas amigas, allí había también chicas jóvenes. Las que estaban celebrando sus veinte años de promesas, las miraban con buenos ojos. Como diciendo aquello del Evangelio: Vieron, y se quedaron con Jesús.

A eso lo llamaron propaganda subversiva.

Tras la profunda, tranquila y sentida celebración en la iglesia, pasamos al restaurante para seguir la fiesta. Éramos una familia grande

Y tras comer bien, porque cuando hay cariño siempre se come bien, llegó la música y los bailes hasta que aguantaron los cuerpos

Fuera llovía a cántaros. Pero no nos importaba. El Señor nos invitó a remar mar adentro. Con el empujón de este magnífico día, éramos capaces de andar sobre las aguas.


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