Más de 500.000 muertos, 1,6 millones de heridos, 11 millones de desplazados. Son las cifras de Siria en una guerra que dura más de cinco años y medio y que parece lejos de terminar. “Somos peones de un ajedrez siniestro, de una partida que se juega desde fuera y en la que sólo importa el resultado final”, asegura Alejandro León, misionero salesiano en Siria que sufre el dolor y la impotencia de la población con cada fallecido.
El misionero, que se encuentra en España coordinando proyectos de ayuda a la obras salesiana de Oriente Medio, asegura con tristeza que “hay niños sirios que sólo conocen la guerra y se han convertido en expertos en misiles: saben de qué tipo son por el sonido, de dónde salió y dónde cayó en lugar de ser expertos en juegos”.
Los Salesianos en Siria tienen tres presencias, en Alepo, en Damasco y en Kafroun. En total atienden a diario a alrededor de 1.300 menores en sus instalaciones, en las que ofrecen alimentación, cursos de inglés y francés, de alfabetización e informática, actividades deportivas, talleres teatrales y musicales, educación para la paz y el diálogo… “Es curioso, nuestros centros se llaman Don Bosco y la población los conoce allí como centros de paz por el ambiente que tenemos,
porque son un oasis en medio de la violencia”, destaca el misionero. Para que la guerra termine, Alejandro León considera que primero “deben cesar las fuerzas hostiles de otros países y aplicar una mediación, porque la guerra no se terminará sin ayuda. Hay mucha gente que no quiere dejar su país y están dispuestos a trabajar para reconstruirlo, a pesar de todo lo que han sufrido”.
